Mercedes Alegre
Acodado en la
barra de “El Neptuno” espero el fin del mundo junto a cuatro parroquianos más y
Enzo, el dueño del bar. Algunos decidieron huir de la ciudad, pero ¿hacia dónde
escapar cuando no hay adónde ir?
Luego de
tantos abusos cometidos contra la naturaleza, el fin no llegará producto del
efecto invernadero, el agujero de ozono o la contaminación, sino a raíz de una
serie de violentos y encadenados terremotos y maremotos que sacudirán cada
segmento de la superficie terrestre. Los científicos aseguran que este
descontrolado movimiento geológico era imprevisible y que no se encuentra
ligado al deterioro del medio ambiente, pero es difícil no pensar irónicamente
que la tierra se sacude y abre grietas para tragar lo que está sobre ella. No
soy una fundamentalista protectora de la naturaleza, pero en un momento así una
reflexión semejante es inevitable.
Los pocos que
estamos en el bar miramos fijamente las imágenes que todavía reproduce el
noticiero local. Algunas de las señales internacionales ya han desaparecido,
pero estos conductores siguen en su puesto.
Las pocas y
repetidas imágenes muestran calles con el asfalto partido, cubiertas de
escombros y restos de muebles. Los edificios derrumbados se alternan con autos
aplastados y bultos que se adivinan humanos.
En la
televisión difunden una lista de productos, elaborada por supuestos
especialistas, que contiene elementos de supervivencia para acarrear con uno en
estos tiempos de zozobra. El listado incluye cosas básicas como bidones de agua
mineral, latas de conserva, un botiquín de primeros auxilios, una linterna,
pilas… Nada dicen respecto de armas de fuego, pero al parecer lo más previsores
las han incluido, pues las noticias giran también alrededor de saqueos que sufren
supermercados y armerías.
Los
sobrevivientes tendrán que idear una forma de organización adaptada a la falta
de luz eléctrica y agua potable, a la amenaza de pestes y comida envasada.
Deberán discernir los límites del delito y la justicia en un mundo sin
comisarías ni penitenciarías.
El noticiero
advierte que según los cálculos científicos el terremoto correspondiente a este
punto del planeta se desencadenará recién dentro de tres horas, cuando nos
golpee la onda expansiva que viene cruzando la cordillera. Tres horas aún. Me
conviene pedirle a Enzo otra cerveza.