Benjamín Prieto Piragine |
¿Por qué para muchos el apocalipsis tiene un sentido terrorífico? ¿De dónde proviene que acostumbremos identificar apocalipsis con el fin del mundo? Si nos remitimos a la biblia de donde proviene el vocablo apocalipsis veremos que el sentido que tiene no es tan terrorífico. Se podría decir inclusive que dicho sentido es hasta esperanzador. Si leemos el apocalipsis de Juan encontraremos que el fin del mundo que nos presenta es la conclusión de un mundo de injusticias, de terror, de violencia, de angustia y muerte. Se terminan todas las cosas que han hecho sufrir al hombre desde el momento de su creación. Juan describe el final de la muerte, la condena del diablo y sus agentes y el juicio de todos los seres, vivos y muertos. El apocalipsis promete la renovación del hombre, las criaturas y todo el universo. Un cielo nuevo y una tierra nueva nos esperan. Muy lindo, ¿no?
Vemos que el
apocalipsis describe un final feliz. No debería causarnos ningún miedo, aun así
desde siempre se tendió a identificar la palabra apocalipsis con terror y
angustia. La clave de este malentendido
se encuentra en las páginas del Apocalipsis
de Juan y de los distintos evangelistas. Si bien es cierto, según nos cuentan
estas páginas, que al final va establecerse el reinado del bien, la paz el amor
y la justicia, antes que ocurra esto también describe que el mal va a reinar en
la tierra. Y las palabras que los evangelistas ponen en boca de Jesús son
determinantes para aclarar el malentendido que nos lleva a realizar la
identificación del terror con el apocalipsis: Jesús dice que cuando eso ocurra,
cuando el mal prevalezca sobre la tierra, eso no es final de la historia, el
apocalipsis si se quiere decir. Van a ver guerras, enfermedades, asesinatos,
violaciones, terremotos y grandes catástrofes, pero eso no es sino, va a decir
Jesús, los primeros dolores del parto. Eso
no es el apocalipsis. Los evangelistas nos dicen que Jesús fue siempre decisivo
en este punto: cuando llegue el fin de los tiempos y los sellos se abran,
cuando veamos a los cuatro jinetes del apocalipsis y los ángeles de Dios vengan
a separar a los salvados de los condenados, cuando eso ocurra y sea el momento
“será como relámpago que parte del oriente y brilla hasta el poniente”. Esto significa que cuando sea el momento, no habrá ninguna duda
para nadie de que el final llego.
Vemos de esta
manera que nadie tendría el poder de vaticinar un apocalipsis. Incluso Jesús
dice en un versículo de los evangelios que ni él, ni lo ángeles del Cielo
conocen la hora en que Dios Padre fijó el final de la historia. Podemos leer
también que las palabras de Jesús serían una invitación a evitar cualquier
interpretación de las distintas catástrofes y males de este mundo como señales
de un apocalipsis inminente. En este sentido, la biblia no deja espacio en
ningún lugar a que existan personas
capaces de predecir el final de los tiempos, esto es, el apocalipsis
propiamente dicho. Y si alguien se presentara anunciando el final de los
tiempos sería un “falso profeta”.
Desde la
religión hallamos que apocalipsis no tendría nada que ver con lo que en nuestro
imaginario describimos como un fin del mundo. Insistimos, el nuevo testamento nos enseña que hay que
evitar relacionar las catástrofes y males del mundo con el apocalipsis. Por más
que los males del mundo sean, como lo ejemplifica Jesús, los dolores del parto,
y el apocalipsis mismo pueda considerarse el parto en sí, no dejan de ser cosas
diferentes, por más que se digan que forman parte del mismo proceso. Habría que diferenciar el apocalipsis de fin
del mundo. El primero sería un concepto esencialmente religioso que describe
cosas que van a ocurrir, y el segundo seria un concepto más (se podría decir)
“científico”, que describe cosas que
ocurren, que nos son palpables a la observación directa o que podríamos
reconstruir a través de ciertos indicios. En este sentido, se podría decir que
el concepto de fin del mundo si se identifica con lo terrorífico, puesto que se
refiere a los males que azotan a la humanidad, fines del mundo habría por
doquier. Ocurrieron siempre, a través de toda la historia humana, y en el caso
que dotemos de alguna “conciencia” a los animales, los vegetales y minerales, se
podría decir que ocurrieron a lo largo de la historia de todas las especies. Por
ejemplo, el final de los dinosauros. Sea cual fuera el motivo, alguna vez
existieron y dejaron de existir. La vida continuó. Otras especies
evolucionaron. Tenemos la caída del Imperio Romano, que tranquilamente puede
verse visto como un “fin de mundo”, pero de tipo de mundo. Podemos pensar que si
mañana nos golpea una tormenta solar apagando todos nuestros sistemas
eléctricos y de comunicación por un lapso de 8 meses, indudablemente seria el
fin del mundo tal como lo conocemos. Pero no sería el fin del mundo para todos;
lo sería para las personas que viven dependientes de la tecnología y de casi
todos los recursos que funcionan a través de la electricidad. A eso hay que
sumar la existencia de todo un catálogo
de micros-fines-del-mundo. Existen miles de situaciones de la vida cotidiana
que cuando ocurren poseen todas las características de fin del mundo. El
fracaso amoroso es vivido subjetivamente para casi todas las personas como una
“catástrofe”. Perder un empleo, llegar tarde a una cita, que nuestro equipo de
futbol quede afuera de un torneo importante o en el peor de los casos que se
vaya a la “B”. Aun así, todo continúa: encontramos un nuevo amor, conseguimos
empleo, obtuvimos una nueva cita y nuestro equipo favorito se clasifico para
ese importante torneo. Luego de un “fin de mundo”, tenemos ese dichoso post, o
el retorno a la A.
Nos aparece
que “fin de mundo” se encuentra identificado con lo terrorífico, pero con lo
terrorífico para uno. El “fin de mundo” es algo totalmente subjetivo. Está
bastante claro que no le tenemos miedo a las mismas cosas. No existe un fin del
mundo global si lo relacionamos con el apocalipsis. Imaginémonos la peor de las
catástrofes para la humanidad: el choque de un gran asteroide. Esto podemos
decir que no tiene nada de “apocalíptico”, porque como señalamos, la vida
continuaría. Sería el fin de “nuestro”
mundo, pero sería el comienzo de uno nuevo, con otras especies, quién sabe.
Quizás dentro de millones de años vuelva aparecer la raza humana o no; quizás
reinen en el planeta los simios, como en la película El planeta de los simios. O
imaginemos peor aún, la muerte del universo. Muchos científicos sostienen la
teoría de que el universo tiene sus días contados. Dicen que el mismo o sigue expandiéndose
o… se contrae hasta el punto de casi desaparecer. Pero cuando se termine de
contraer, volverá a expandirse. Los científicos sostienen inclusive que el
universo tiene un ritmo cíclico y que el mismo se expandió y se contrajo
millones de veces.
De esta
manera, podemos decir que el fin del mundo nunca es propiamente un fin, como si
señalamos para el concepto de apocalipsis, que, según nos describe el evangelio
de Juan, envuelve un cambio y una transformación que lo abarca todo: vivos,
muertos, humanos, animales, planetas, constelaciones, esto es, todo el
universo. El apocalipsis no es algo subjetivo; no existen miles de apocalipsis.
Hay uno solo. El apocalipsis se refiere a acontecimientos que van a ocurrir.
Creer o reventar. Los evangelios nos dicen que hay que estar atentos y
preparados, porque cuando se aproxime no tocará la puerta. Y cuando sea el
momento en que ocurra, no habrá ninguna duda o como dice Jesús, según dice el
proverbio: Donde hay un cadáver, ahí se
juntan los buitres.
"Benyamin", a pesar de que -como dijiste- no solés ejercitar la escritura, tenés buena pluma y hay una cadencia en el razonamiento que es interesante. Trabajaste una columna de opinión de estilo argumental. El único flanco que está liberado es el de las fuentes, ya que para procurar convencer el otro -el lector- de lo que le estás diciendo, contando, es necesario convocar fuentes (por ejemplo, cuando mencionas a los científicos podés y es válido citar sus nombres y si hay espacio y tiempo las corrientes a las que pertenecen, eso le da solidez narrativa exponencial al texto. La diversidad de fuentes es importante). Tal vez ya pasó por tus manos, pero de igual modo te recomiendo "Historia del Tiempo: Del Big Bang a los Agujeros Negros", de Stephen Hawking, es un gran ensayo científico y fácil de leer, lo que hace que Hawking sea un científico escritor y no simplemente un científico. Justamente, para este módulo 2 del taller vamos a trabajar algunos textos de otro libro del mismo autor, "Agujeros negros y pequeños universos". Un abrazo!
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