Por Ulises Cleveland |
“Diny, … Diny…Ey, Diny, qué te pasa... estás despierta?
Diny tenía 16 años
cuando conoció a Nahuel.
Ella había
abandonado el colegio esa misma tarde y estuvo en la plaza durante casi dos
horas.
Nahuel había perdido
sus ganas ése día. Se sentía inquieto y sabía que el colegio no lo ayudaría a
desahogarse. Fue a la plaza.
Lo de conocerse les
fue fácil. Era claro para los dos lo mucho que se necesitaban. Desde ese
momento se vieron todos los días hasta la muerte de él.
El aire que entraba
por la ventana acariciaba la piel de Diny. Habían estado besándose y a Nahuel
todavía les palpitaban los labios.
El no dejaba de
mirar con detenimiento cada parte del cuerpo de su novia. Lo amaba. Lo sentía
una obsesión. Le encantaba. Pasaba largos ratos recorriendo con sus ojos el
cuerpo blanco y suave de Diny. Mientras ella dormía. Decidió tocarla. Notó que
la piel de ella se erizaba. Apoyó toda su mano. La respiración de Diny cambió.
Dormía? Es un juego pensó. Le encantaba. Ella sentía el roce de sus manos. Se
movía. El la besó en la espalda y subió hasta el cuello. Diny muy suavemente,
gimió.
Había acordado a las
6 en la plaza. Nahuel fue a buscarla.
Eran 22 maderas casi
de 2 metros
pensó, y estaban unidas por dos patas curvas de hierro, A la vez, cada madera
estaba atornillada en sus extremos a las patas. En las maderas había todo tipo
de frases escritas por adolescentes, en negro en blanco y hasta talladas.
Frases de amor, dibujos estúpidos hechos por estúpidos, pensó. “Diny, dónde
diablos está Diny?” Llevaba 40 minutos
tarde. La esperaría hasta las 7 por si acaso él había confundido la hora de su
encuentro. A las 8 y 20 se fue.
El timbre sonó dos
veces largas en la casa de Nahuel. Sabía que era ella y saltó de la cama.
Habían hecho el amor
y él sonrió al ver la ropa interior de Diny colgando del mueble oscuro. Era
medianoche y el calor era intenso.
Rogaba que el ventilador se encendiera por sí solo. No iba a despegarse de
Diny. La miró. Ese cuerpo blanco, suave, quieto, plácido. Dormía? La luna
entraba por un borde de la ventana casi cerrada, quería ver la luz de la luna
reflejada en el cuerpo de ella, sería perfecto. Se levantó. Abrió la ventana un
poco más. La luna era hermosa. Su novia también. Encendió el ventilador y vio
como la sábana se enroscaba en el cuerpo de Diny. Casi envidiaba la sábana.
Envidiaba la sábana. Fue a la cama. Levantó su mano. La tocó suavemente con la
punta de sus dedos, Diny respiró fuerte. El juego había empezado.
Los dos habían
quedado desnudos y el aire se llenó de intenciones. La piel de Diny le parecía
ten suave. Llegó a la panza, apoyó toda su mano, pensó en apretar un poco con
sus dedos. Lo hizo. Diny se retorcía suavemente. Nahuel sacó la sábana y la
observó entera. Desnuda. Estuvo unos segundos y pensó que con sólo mirarla
bastaría. No se creyó y volvió a tocarla esta vez en la pierna. Acarició
lentamente y comenzó a subir. Su exitación era enorme. Diny se movía poco, no
abría los ojos, solo respiraba como siguiendo lo que hacía él. Acercó su boca a
la pierna de Diny y la besó. Ella gimió. Eso fue bueno pensó.
Estuvo varios
minutos buscando los gemidos de ella de todas las maneras que conocía. El
orgasmo fue perfecto.
Se acostó a su lado,
tenía algunas preguntas pero no las haría ahora. Se durmió.
Nahuel abrió los
ojos, Diny estaba sobre él mirándolo fijamente y a una distancia mínima. Sus
ojos negros y grandes se le clavaban hasta el centro de su cabeza.
Vio como los labios
de Diny palpitaban, latían. “Diny…Diny” ella
parecía no escucharlo. Su respiración era fuerte. Nahuel notó con la fuerza que
ella lo retenía. “Ey, Diny, qué te
pasa... estás despierta? Diny cerró los ojos y cayó dormida pesadamente
sobre él. En ése instante un dolor intenso atacó a Nahuel a la altura de su
estómago. Quiso sacarse a Diny de encima pero le dolía aún más, intentó mirar y
la sangre estaba por todos lados. La respiración de Diny le dolía en su panza.
Sentía que cada vez que Diny inspiraba, su dolor era más fuerte, quería ver y
estaba débil. Ella pesaba mucho más ahora. No quería hablar, no podría hacerlo.
La sangre empezó a caerse al piso como un hilo rojo oscuro por el costado de la
cama. Vio la luna. Es hermosa. Como Diny pensó.
Se durmió.
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