Ramón Gustavo Gómez
Él era un
investigador de crematorios antiguos, todo el camino contó sus últimos
descubrimientos en la isla Martín García, y así tejía sus conclusiones de
partícipes en la matanza de mucha gente. Llegamos al antiguo crematorio de la Isla,
hoy convertido en una biblioteca, su fachada romanesca dan a la entrada un
camino tétrico. Una vez allí entre fotos, apuntes de preguntas y respuestas, le
muestran un “conjunto de muchas hojas de papel, ordinariamente impresas, que se
han cosido o encuadernado juntas con una cubierta de papel, cartón, pergamino u
otra piel, y que forman volumen” que se conserva en una caja de cristal, su
aspecto viejo, su lomo sufre picadas de humedad, el gringo observa como en los
anchos márgenes un anónimo leproso escribió un diario personal de sus
padecimientos. Todos observamos como llevaba su índice a la boca para hojearlo.
Nadie sabía que en una pequeña partícula del papel aún quedaban restos de un “organismo
de estructura más sencilla que se conoce, capaz de reproducirse en el seno de
células vivas específicas, siendo su componentes esenciales ácidos nucleicos y
proteínas” como invernando a la espera de ser activado.
John cambió de
aspecto. Pareciera querer decir algo, su rostro se transformó en una gran
mancha. La bibliotecaria en su desesperación por auxiliar lo levanta al momento
que ella entra en situación al igual que el investigador. Sólo atinó a salir
corriendo, la mochila del baúl pasó a mi lado y en cosas de minutos la isla
está infectada. Pareciera que el aire
estaba todo contaminado, me pongo la máscara, me rocío con el producto
antivirus. Los rostros parecieran querer decir algo pero su falta de
sensibilidad las matas en el acto. Cómo salir del lugar, si ya no queda casi
nadie, cuerpos tendidos por la costa, en las calles. Las agujas del tanque de
nafta muestran lleno, ¿me dejará llegar? ¿Podré dar aviso a la caminera? ¡No lo
sé! La garganta se me seca, mi cuerpo pareciera ser una esponja, la botella de
agua se transforma en algo preciado.
Logro escapar
de aquel infierno, las autoridades dinamitan el puente. Ya nadie puede llegar
al lugar. Siempre recuerdo aquel libro, en su lomo tenía manchas, ¿habría sido
alguna señal? ¿Será que lograron controlar aquella epidemia? Tendré que ir al
dermatólogo porque al bañarme pude observar una pequeña mancha en mi espalda.
Ramón, la idea está excelente, la historia buenísima. Tenemos que ejercitar, nomás, la reescritura para mejorar la cohesión de ideas. Hay información que redunda (...“organismo de estructura más sencilla que se conoce, capaz de reproducirse en el seno de células vivas específicas, siendo su componentes esenciales ácidos nucleicos y proteínas”), que podrías resolver con cinco o seis palabras, eso te ayudará a ganar espacio para darle más fuerza estética. Si no lo leíste, te sugiero que leas "Mientras agonizo" de W. Faulkner.
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