Marcos Misiaszek |
Primero fueron los gritos. Ya nos habían avisado sobre lo que podía pasar. Primero fueron los gritos y luego el olor. Con tan solo abrir la puerta uno identificaba el aroma a sangre inconfundible. El aroma a sangre y a vacío. Puedo asegurarles que el vacío tiene un olor.
¿Qué
son? Hay muchas teorías. Cuando pienso en zombies me da gracia, en el noticiero
nunca dijeron que eran algo parecido a muertos vivos. Lo único que sé es que
llegaron y desde que posaron sus fríos pies en la tierra el olor a sangre se
intensificó.
Estoy
solo, ya hace un tiempo que estoy solo.
Ayer
vi una sombra, alguien me miraba desde el techo, era alto y estaba cubierto por
un velo negro. Inmediatamente cerré la puerta. No puedo dejar de recordarme que
el cielo era de un blanco lechoso, no… no como un día nublado, era blanco
absoluto, era el vacío.
Cuando
escuché al vacío por primera vez creo que enloquecí, sonrío pensando en que ese
sonido no era nada al de “sus gritos”. Dios mío… los únicos capaces de romper
aquél sonido vacío.
Tengo
miedo.
Tengo
hambre.
VI
A VARIOS. Me miraban desde el techo ni bien me atreví a abrir un poco la
puerta. Si pienso en la peste que emana de sus cuerpos, de esas telas negras,
la imagen que aflora en mi mente es la de mil cadáveres en un río de mierda.
EL
CIELO ES BLANCO. A pesar de ello, todo está completamente oscuro. Ojalá que
muera de locura.
Ya
no queda nadie. La tele es una pantalla azul y aún no entiendo por qué hay
electricidad.
No
sé si ellos me vieron, yo no salgo de mi habitación. Apenas puedo mirarme al
espejo, la palidez, la piel tensada alrededor de los huesos, las ojeras. Soy un
monstruo… y la tela…
Les
puedo jurar que una sombra se coló por debajo de la puerta. Ahora me río a
carcajadas, ¿se imaginan? ¡Una sombra!
Tengo
frío.
Tengo
miedo.
Estoy
solo.
Mientras
dormía la vi otra vez. La sombra se posó a los pies de mi cama. Atacado por una
fiebre literaria grité: ¡Nunca más!
Estiré
la mano hacia un costado donde estaba el machete, un poco más allá estaba el
bolso que había preparado para salir. No estaba muy seguro que pudiese
sobrevivir con aquello, ni siquiera estaba seguro si iba a soportar a aquél
cielo lechoso y a sus telas.
La
sombra desapareció.
Respiro
agitado.
Me
siento incómodo.
Me
paralicé frente al espejo. Una tela me cubre el rostro.
El
olor a sangre es exquisito. Babeo pensando en el lechoso infinito. Eyaculo con
los sonidos del vacío.
Es
hora de irme.
Me
esperan.
Mis
pies están más fríos que nunca.
Marcos, me gusta el ritmo, espaciado, la tensión que genera. "Primero fueron los gritos" es un gran comienzo. De todas formas, seguí confiando en la gimnasia (inútil) de la escritura y de la re-escritura. El giallo (Mario Bava - Dario Argento), por ejemplo, es un género que le da belleza al horror; el argumento de la peli pasa casi a segundo plano, en ocasiones la atmósfera trasciende incluso por encima de los personajes. "Sé que al final se muere pero igual voy a quedarme a ver cómo la matan". Importa el cómo, no los porqués. Siguiendo este desquiciado razonamiento, creo que este monólogo puede mejorar en ese sentido, estrictamente estilístico. Si la soledad es tu tema elegido, salí volando a cazar "El año de la muerte de Ricardo Reis", de J. Saramago, es, más que una novela, un ensayo sobre la cuestión. Don José tiene eso: es un esteta de la música de las palabras (melodía, armonía y ritmo) y te ayuda a buscar otros recursos y colores. Por supuesto, si de zombis se trata, Max Brooks y su "Guía de Supervivencia" y "Guerra Mundial Z".
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