Dioses terrenales del caos

Esteban Esquivel









De cuando niño veía como el cuerpo de las ratas se desintegraba en el ácido, lentamente toda nuestra existencia efímera se vio amenazada. Pero todos sabíamos que sucedería algún día, cociente o inconsciente, el peligro de que todo sucumbiría tras polvos sórdidos, repulsivo y roñosos, procreaba en mi la necesidad de consumar mi plan.
Desde el momento en que se sentía la opresión del peligro el mundo se dividió en dos: los que se mantuvieron ignorante. Y los que buscábamos conseguir un futuro paradisíaco en el caótico infierno que se aproximaba. Su había sido infeliz en un mundo capitalista y abarrotado  de cobardes que rebalsan de felicidad, podía funcionar de forma inversa.
Locura conducida al caos, paranoia, así me caricaturizaban para poder tener su guerra secreta. La creían inofensiva y sumisa, pero su error pagaría altos costos. Veinte años siendo un perro del gobierno, pero cuando ladras en su contra pierdes todo su adiestramiento, mis palabras eran sarna para sus oídos.
Luego de mi retiro, de a poco construí un bunker amplio, espacioso, pero también desierto. Nada de vida se asomaba, se necesitaba ángeles.
Desde entonces idénticos a selectores recolectábamos lo esencial para nuestro azar. Pero para llenar mi paraíso de ángeles necesitaba a otros iluminados que me ayudaran así pude  obtener a las nuevas Eva de futuro. Con el pasar  del tiempo ya no molestaban los gritos de libertad o la dificultad para mantener a mis rehenes, pero tal como la desesperación avasalla al ahogado, la impunidad ya tomaba fuerza de modo que la Azaña era la razón de diversión, de satisfacción. Los errores no se hicieron esperar. Ya teníamos pedido de captura, qué tan fortuito era  el destino, qué regalo tal castigo para los exentos de la verdad. Dos horas, cincuenta minutos y treinta segundos del nuevo comienzo. La nación de Sunev destrozaría a toda la población con su misil químico. Qué tan irónica es la vida que nos regala la risa nerviosa. Antes de que nuestro plan sea interceptado, ya nos habíamos encerrado en nuestro bunker.
Al salir los daños no eran evidentes pero todo lo fabricado por el hombre era ahora cuna de errantes esbozos humanos arrastrantes por el suelos, en ellos se apreciaba lo desgarrador del conflicto, donde antes había carne firme y estable, se encontraba los retazos de piel verdosa, podrida e inmunda que recubrían lo que alguna vez fue hombre, sus ojos rojizos si vida o esperanza remarca su ira contra existencia, los rostros parecían inexpresivos tal como un animal con rabia, se movían como hambrientos buscando saciar                      
Su sed de sangre. Tal vez es la razón de que no se los pudiera controlar y su comienzo fue tan solo enviarnos a vivir a la oscuros rincones de que nos pertenecía. Las neblinas negras y rojizas cubrían los cielos. Lo mundano y lo trivial ya no tenían lugar: el dinero ya no era más que papel para limpiarse el trasero, lo habían remplazado en valor los casquillos de balas reutilizables. Ni hablar de arma con filo o simple palo.            
Las pocas sobrevivientes se volvieron más salvajes que los propios errantes. Las Eva de nuestro nuevo mundo, al ver la destrucción y el caos de la que había salvado, cambiaron su mirada. En este fin nos convertimos en dioses terrenales del caos.

2 comentarios:

  1. Esteban, me gusta la propuesta, de este "delirio" obtenemos la ficción. Sin embargo tenemos que ejercitar más la prosa, darle más claridad y cohesión. Recordá lo que charlamos en la última clase sobre el primer párrafo, tiene que ser un cross a la mandíbula. "De cuando niño veía como el cuerpo de las ratas se desintegraba en el ácido, lentamente toda nuestra existencia efímera se vio amenazada", en esta oración hay "dos barrios" separados por una coma, o por una calle (ya que estamos con la metáfora), y el barrio en cuestión debe ser uno solo. Lo conversamos el jueves.
    Abrazo.

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  2. Casi me olvidaba, otra cosa. Podés hacer el siguiente ejercicio narrativo: ingresá al canal de Ficciones Cortas en YouTube y mirate cualquier corto y redactá una sinopsis, como la que encontrás en la contraportada de cualquier DVD.

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