Antonio Scappini |
La fila de, más o menos, setenta hormigas marcha estoicamente hacia su hormiguero.
Llevando los
víveres que con esfuerzo obtuvieron en el día, con un cuidado meticuloso típico
del instinto animal. Dando a entender que a pesar de los altibajos, la
naturaleza sigue siendo inteligente.
Constantemente
caminando, ignorando todo su entorno, exceptuando lo que pueda representar
obstáculo, siguen los motivados insectos.
Los obstáculos
superados hasta el momento no representaron ningún inconveniente como para
destacarlos. Pero a medida que pasaba el día y la marcha de los imbatibles
imagos continuaba se encontraron con un considerable inconveniente:
El rastro
feromónico que señalizaba la ubicación del hormiguero se disipó en una
intercepción de dos caminos dentro de una espesa arboleda. ¿Quizás algún animal
haya orinado encima del camino señalado? o ¿el clima trajo algo que lo removió?
Para las simples mentes objetivas de estas obreras no existe espacio para estas
preguntas. Sólo actos y soluciones directas.
Optan por el
camino de su derecha y continúan con su obligado trayecto.
Ya adentro de
la arboleda las hormigas pasan por una desnivelación sospechosamente arenosa y
estéril como si fuera artificial ,de un radio de un metro, repleto de piedras
con curiosas erosiones que semejaban a agujeros, quizás habitados por insectos
de menor tamaño que ellas, cosa que ignoran ya que llegan al final de la
desnivelación donde se topan con un montículo constituido por una cantidad de
piedras y ramitas que estrechan el camino, el cual por suerte las obreras
pueden pasar sin inconvenientes.
Faltando cinco
hormigas para pasar por el estrecho, sucede algo insólito. Desde la cima del
montículo caen dos piedras pulidas lo suficientemente pesadas para el fuerte
cuerpo de los insectos, aplastando a la hormiga que en ese momento estaba por
pasar el estrecho, partiéndola en dos y separando su mesoma de su pecíolo
provocando que el tajo chorree sus fluidos vitales mientras sigue moviendo
nerviosamente las patas, dejando atrapadas a las cuatro restantes, mientras las
que pudieron salir siguen su marcha indiferente a cumplir con sus
responsabilidades.
Las cautivas
en cambio empiezan a sentir un desequilibrio y un constante dolor que las
obliga soltar los productos obtenidos de su esfuerzo cerca de sus posiciones,
al observar sus patas reconocen el origen de su inestabilidad física.
Somos
nosotros, quienes nos negamos a perecer robando alimentos, hábitat y hasta eras
a la tierra por nuestro enfermizo egoísmo y hoy no habrá excepción...
Antonio. Tu relato es muy bueno, microscópico, original. Tenés una pluma excelente y particularmente me gusta la voz de las cosas pequeñas, de apariencia superflua, pero que en realidad oculta una gran río subterráneo, subtextual. Hay vocabulario sobre la cosa descrita, eso es bueno, todo escritor ante de sumergirse de lleno en su texto debe saber y conocer sobre lo que habla, eso da (entre otras bondades) credibilidad a la ficción, es clave. A vos no puedo sugerirte nada para que lees porque sos un buen lector; se nota. De todas formas hay un libro que podría gustarte mucho, "La aparición", de Robert Aickman. Por último, sólo una observación, el último párrafo, podría mejorarse. Un abrazo!
ResponderEliminarMuchas gracias Alfredo voy a buscar el titulo que me recomendaste y voy a ver esta semana si puedo ir a la reunión, justo comencé el cuatrimestre y se me hace un poquito complicado poder ser puntual. Pásame por favor las actividades de cada semana y voy a tratar de enviarlas por Internet.
ResponderEliminarGracias Antonio. El segundo módulo del taller va a estar constituido por tres módulo en esta ocasión, cuyo programa lo voya estar posteando entre hoy y el martes por la noche, en la página "Programa" de este mismo blog, así que ahí vas a contar con toda la data y la tarea. Además, voy a subir en FLV en tres partes el vídeo de la clase de Guido Moussa, para los que no pudieron asistir ese día. Un abrazo grande!
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