Por Antonio Scappini |
Laboratorio de narrativa La Cosa 2013
Final
alternativo a la película Small Soldiers (1998) de Joe Dante.
Ya perdido en la distancia el modelo a escala donde los Gorgonitas partieron en busca de su patria gorgón. Alan volvió a su hogar con una leve sensación de nostalgia y vacío justificados, Archer y los demás tal vez eran unas complejas e ingenuas figuras anima-trónicas de una fallida franquicia de juguetes pero su inteligencia artificial les proporcionaban cierta humanidad para ser apreciados como unos seres queridos de los cuales había que despedirse. Igual la vida continúo para Alan, después de deshacerse de los restos faltantes de Chip Hazard, Brick Bazooka, Butch Meathook, Nick Nitro y Link Static, los comandos elite pasaron a convertirse en un simple recuerdo flojamente albergado en las neuronas del joven Abernathy.
Los años siguieron, y como se
sabe no vienen solos, y pasaron varias cosas que moldearon el destino de Alan:
Phil Fimple el padre de su novia Christy falleció en un confuso incidente
hogareño que implico drogas y armas de fuego. Ella, a causa de eso, entró en un
pozo depresivo por el cual terminó su relación con Alan y terminó mudándose de
ciudad en ciudad, durante un buen tiempo no se supo nada de ella hasta que se
descubrió que armó una carrera cinematográfica con tropiezos y éxitos.
La tienda de juguetes de la
familia Abernathy terminó cerrándose y convirtiéndose en local de alquiler y
Alan al concluir el secundario siguió una carrera universitaria para conseguir
una licenciatura en historia. Durante el cursado conoció las obras de varios
autores latinoamericanos que terminaron fascinándolo como Juan Rulfo, García Márquez, José Lezama Lima, etc.
Pero el que más impacto tuvo en
el joven fue Eduardo Galeano quien describía de manera efectiva todos los horrores
que las corporaciones norteamericanas hicieron sufrir a los pueblos de
Sudamérica.
Un día cuando terminaba de releer un par de capítulos de Las venas abiertas de América Latina
para una tesis decidió prender la tele y
agarró por la mitad la primera entrega de Toys Story y de manera involuntaria
se le vino a la mente el recuerdo de GloboTech, la empresa responsable de la
creación de los comandos, aquellos juguetes que casi lo matan, y reflexionó: “¿Acaso
después de tantos años las corporaciones todavía son capases de delitos que atenten
contra la dignidad humana?”
A varios kilómetros de distancia
en una pintoresca juguetería, más precisamente en una repisa de novedades de la
marca Hasbro, un niño altera los
nervios de su madre para que le compre un juguete que en su respectivo cartón
está escrito como eslogan marketinero “We
are the commando elite: everything else. Is just a toy”.
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