Gastón Sibilla |
Sentía
un leve cosquilleo en su cuerpo, caminaba e insistentemente miraba hacia atrás,
pensaba que la seguían y que en cualquier momento la iban a detener.
Caminaba
con prisa y en su cuerpo había sentimientos encontrados, saber que había
violado una ley le agradaba, aunque también tenía temor de que alguno de los
oficiales la vea y le pregunte que hacía ahí, o peor aún, que la detengan y la
lleven a algún calabozo.
En
las piernas el cosquilleo que le producían sus nervios volvía torpes a sus
pasos, y pensaba en lo que podían hacerle si la capturaban, entonces caminaba
mas fuerte, prácticamente corría y de repente se dijo que no debía hacerlo ya
que en el caso de que la detengan era mas fácil explicar porque caminaba a esa
hora, en ese lugar, en cambio si la detenían corriendo a sus captores no le iba
a importar todas las explicaciones que pueda dar, iba a ser culpable de
cualquier cargo ya que una persona inocente no tendría ningún motivo para
correr.
Las
calles no eran oscuras, todo lo contrarío, había bastante iluminación, pero la prohibición
de salir sin un permiso otorgado por el estado después de las 21:00 era lo
riesgoso, ella no tenía ningún tipo de autorización y ya eran las 23:45.
Aún
quedaban tres cuadras por recorrer, las calles estaban desiertas, como no había
nadie en ellas tampoco había ruidos, salvo el de sus pasos que eran como
tambores intermitentes que sonaban y que contribuían a delatarla.
Cuando
acepto el trabajo sabía de los riesgos que corría pero la causa era mas
importante, ahora el trabajo estaba terminado, eso era un alivio, pero quería
volver, regresar hasta su casa y sentirse a salvo. Giraba su cabeza hacia todos
lados, no le preocupaba que alguna de las personas de las casas o edificios la
vean, sabía que ellos no dirían nada, lo que le preocupaba era toparse con un
centinela, nunca había visto uno, ninguna de las personas de “La Resistencia”
lo había hecho, nadie sabía como lucían, solo tenían ideas que elaboraban en
las reuniones.
Había
escuchado todo tipo de relatos sobre lo que ocurría dentro de los calabozos, también
sobre la crueldad de los centinelas y aunque nadie sabía con exactitud qué eran
esos seres, les temían. Algunos decían que eran soldados, otros que eran
mercenarios que el estado había adiestrado para cazar a los rebeldes, las
versiones mas disparatadas mencionaban a robots, o a seres mitad máquina mitad
hombre, uno de los miembros más viejo de “La Resistencia” había dicho que los
centinelas eran animales creados en los laboratorios subterráneos de los
cuarteles, que eran seres veloces y con mandíbulas tan fuertes que con su
mordida podían fracturar todos los huesos de la pierna, que tenían garras
afiladas que podían cortar cualquier material y su forma no era definida, los
había de cuatro patas como perros o gatos, pero también con alas como las aves.
En fin, muchas versiones, ninguna comprobable y ella caminaba con más prisa al
pensar en que cualquiera de esas criaturas podía estar al acecho.
La
noche era caluroso como el ochenta por ciento de las noches en el territorio
que alguna vez fue conocida como provincia del Chaco, transpiraba, un poco por
el calor, otro tanto su sudor era frío por el temor que sentía, temor que crecía
a pesar de que ya quedaba menos de una cuadra, estaba a pocos pasos de su
departamento.
La
puerta principal del edificio se abría con su huella digital, vio su edificio,
uno de los más bajos de la cuadra, se acercó a la puerta, paso su mano por el
pantalón insistentemente para secar el sudor de su mano, iba a apoyar su dedo cuando
la puerta se abrió.
“Que
injusto”, pensó Lucía, imaginando que la habían descubierto justo cuando había
llegado, cuando ya el trabajo estaba terminado y solo restaba subir a su
departamento, muy injusto pensando que había atravesado en clandestinidad gran
parte de la ciudad yendo con los papeles para el ingeniero, y regresando sin
que lo capturen, y ahorra, justo cuando llegaba la atrapaban.
Inmóvil
frente a la puerta que se abría se dijo Después
de todo lo importante no es uno, lo
importante es la causa, que era lo que siempre decían al terminar las
reuniones, y tenía razón, esa noche lo verdaderamente importante ya estaba
hecho, ya los papeles estaban con el ingeniero quién podría continuar con el
plan, por lo tanto que la descubran en ese momento solo le generaba problemas a
ella, la causa no tendría consecuencias.
-
Buenas noches. – Dijo el encargado del
edificio.
-
Hola. – Respondió Lucía y permaneció
inmóvil en el lado de afuera del edificio.
-
Mejor pase y no se quede ahí o nos va
a traer problemas. – Dijo el encargado y la sujetó del brazo para hacerla
entrar en el edificio, luego cerró la puerta.
-
Estaba…
-
No tiene que decir nada, hoy me acosté
tan temprano como usted y no vi nada, por lo tanto hoy no paso nada. –
Respondió sonriendo el encargado, luego paso sus manos por su cabeza blanca de
canas, como peinándose, que era un gesto que siempre hacía y se fue hacía la
puerta que lo llevaba a su departamento.
Lucía,
aún paralizada por pensar que la habían descubierto y con mucha más adrenalina que
brotaba y se esparcía por su cuerpo, sonrió, suspiró y fue hacía el ascensor.
Los
pisos pasaban 15, 16, 17, en el reflejo del vidrió veía sus ojos, lo había
logrado y eso le generaba alegría. 18, 19, 20, ahora debía aguardar a
contactarse con Otto para esperar nuevas ordenes, 21, 22, y finalmente 24, la
puerta se abrió, vio hacía un lado, luego hacia el otro y caminando hacia su
departamento sacó la tarjeta magnética que abría la puerta.
Al
ingresar encendió las luces, fue a la cocina para buscar algo que comer aunque
no tenía apetito. Abrió la heladera, vio su contenido finalmente la cerró y fue
al baño.
Frente
al espejo del botiquín miraba sus ojos y pensaba, recorría en recuerdos la
noche que había pasado, el día en el que guardó los papeles en su cuerpo cuando
los envolvió en su pierna con vendas para ocultarlos, aunque si la detenían y
palpaban su cuerpo seguramente los hubiesen descubierto, pero eso no ocurrió,
la noche llegó y el trabajó salió como lo habían planificado. Suspiró, abrió la
canilla y juntando agua en sus manos sumergió su cara en ella, permaneció
varios minutos refrescándose en el agua, hasta que cansada, fue a su habitación
y se acostó.
El
sueño la venció con rapidez, ni siquiera se quitó la ropa, ni siquiera se
acomodó o se tapo con la manta, algo que hacía siempre ya que el aire
acondicionado era muy fresco, en la misma posición en que se acostó se durmió.
De
repente abrió sus ojos y la claridad fue demasiado para ella que
instintivamente se cubrió con las manos para tapar la luz que la cegaba, giró
sobre sí confundida, algo había ocurrido y sabía no podía ser algo bueno.
Giraba sobre sí intentando ver de dónde venía tanta luz pero no pudo
encontrarla y repentinamente esa luz desapareció, a su alrededor se escucharon ruidos,
algunos que nunca antes había escuchado, que produjeron el regreso de los
temores que había sentido en la noche cuando caminaba por la ciudad.
Intentaba
en forma inútil ver algo pero la oscuridad ya era total, solo los ruidos
aterradores despertaban sus sentidos, hasta que a lo lejos algo rojo comenzó a
brillar, era una luz tenue que comenzó a aumentar de tamaño a crecer hasta
volverse muy grande e ir iluminándolo todo. Finalmente cuando la luz roja logró
que pueda ver lo que la rodeaba, se encontró de pie, en el medio de la avenida,
rodeado de los edificios más altos que había visto, y pudo distinguir a su
alrededor a lo que pensó eran los temibles centinelas, seres monstruosos de
ojos negros la miraban, buscó a su alrededor un posible escapé pero supo era
imposible, estaba rodeada.
Inmóvil,
prácticamente resignada, sabiendo que la habían descubierto y que probablemente
sea llevada a alguno de los calabozos a los que tanto temía pensó en dar pelea,
en resistir con todas sus fuerzas y no hacerles fácil el trabajo a sus
captores.
A
sus espaldas escucho un rugido, supo que iban a atacarla y con más temor que
valor ella también emitió un rugido y saltó para luchar contra los centinelas.
Aterrada
abrió los ojos, el brazo le dolía, había quedado dormida sobre el, aunque no se
había despertado por ese dolor, la despertó el sonido no muy fuerte que llegaba
desde su bolso, con el alivio que siempre se siente al empezar a ver que las
imágenes aterradoras no eran más que una pesadilla, Lucía se sentó en la cama,
el cuerpo le dolía por haber dormido con ropa que le ajustaba, que no era
cómoda, pero aliviada sonrió al ver que los monstruos que había visto ya no
estaban.
El
sonido intermitente continuaba saliendo de su bolso, se acercó tomó su teléfono
y vio en la pantalla que Otto la
llamaba.
-
Hola. – Dijo con el tono de su voz
algo distorsionada, ronca como es la voz que tenía siempre por la mañana cuando
terminaba de levantarse.
-
Hola. – Respondió él aliviado.
Otto
sabía que el trabajo había terminado bien, muy temprano había hablado con Santiago Martínez, el ingeniero
que colaboraba con “La Resistencia”, lo que no sabía era si ella había podido
regresar sin inconvenientes a su departamento.
Escuchar
su voz fue un alivio, se recostó en la silla cerrando los ojos sonriendo, no
había podido dormir en toda la noche y aunque quiso llamarla no lo hizo ya que
considero sería riesgoso, el estado monitoreaba todas las llamadas, mucho mas
las que se realizaban de noche.
-
¿Cómo estás? – Preguntó Lucía
intentando despertar su brazo.
-
Bien, ¿vos?
-
Bien recién me levanto.
-
¿Nos vemos hoy?
-
Sí, en el café de siempre. – Dijo ella
yendo hacía el baño.
-
Bueno, tengo un trabajo que quizás te
interesa. – Dijo Otto.
-
Lo necesito, ya no tengo para el
alquiler. – Respondió Lucía, continuando el juego de Otto, ambos sabían que las
comunicaciones no eran seguras.
-
A la hora de siempre entonces. – Dijo
él y cortó, ella sonrió y metió el teléfono en el bolsillo trasero de su
pantalón.
Detrás
de su escritorio Otto, pasando su mano por su rostro en el que llevaba una
barba de algunas semanas, pensó en el nuevo plan, en la charla que había tenido
con el ingeniero y el resto de los miembros de “La Resistencia”.
La
lucha era desigual, el estado contaba con recursos monetarios y por supuesto
tecnológicos, pero los rebeldes resistían y en muchos aspectos estaban ganando.
Pasaba
sus dedos por su barba y pensaba que era posible, que lo que estaban elaborando
podía finalmente convertirse en realidad, que por fin un plan dé los resultados
que esperaban. No se sentía líder, no le gustaba la idea de que “La
Resistencia” este en manos de una sola persona ya que sabía, la caída de esa
persona podía dejar sin rumbo a la organización, pero de todas formas asumía el
lugar que sus compañeros le habían dado y eso le parecía por momentos irónico
ya que su personalidad no era la de un líder, Otto tan callado, delgado y no
muy alto por momentos hasta invisible en las reuniones era considerado
representante del grupo. Pensaba que era una ironía que hasta su nombre sea de
origen extranjero y él defensor de la cultura y recursos locales.
Lucía
en el baño abrió la canilla pero no cayo agua, el estado limitaba su uso y
habilitaba solo la cantidad que consideraba necesaria para cada habitante, ella
por la noche, cuando había llegado de entregar los papeles y había permanecido
refrescándose ya había consumido lo que le correspondía y ahora debía aguardar
hasta que pasen algunas horas y vuelvan a habilitar una nueva ración para su
departamento. Enojada frente al espejo arreglo su cabello, luego tomo su bolso
y salió.
Al
verse en la vereda ni el encargado del edificio ni ella dijeron algo, se
saludaron como cualquier otro día y él hombre continuó completando una planilla
y ella salió rumbo al café.
Otto
se inclinó sobre su escritorio, abrió su cuaderno y comenzó a redactar el nuevo
plan, escribía, releía lo escrito, luego miraba la hora el lugar del encuentro
con Lucía a él le quedaba cerca, no así a ella, se decía que aún tenía tiempo y
continuaba escribiendo.
Por
cuestiones de seguridad todos los trabajos y escritos de “La Resistencia” los
hacía en forma manual, elaboraba manuscritos con su letra inentendible, nada de
lo que planeaban podía estar cargado en alguna computadora o cualquier otro
dispositivo electrónico ya que eran fácilmente rastreables.
Rodeado
por sus libros, los que había heredado de su padre, los que leía frecuentemente
y de los que buscaba inspiración para alimentar sus ideas, escribía el nuevo
plan, el que estaban por poner en práctica junto al ingeniero y con el que
planeaban de una vez por todas derrotar a Pure Water S.A.
Miró
su reloj, ya debía ir hacía el café, releyó por última vez lo escrito, sonrió,
dejó su cuaderno en uno de los cajones y bajó, esquivando los libros que lo
rodeaban, para encontrase con Lucía.
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