Scappini Antonio |
Son las 5:30 de la mañana, lo sé porque estaba
resaltado en el reloj que podía ver en la vidriera de la tienda a través de la
ventana abarrotada del cubil donde estaba.
Desearía que fuera un poco más tarde.
Descanso los ojos un poco mas, sabiendo lo
inminente de mi situación.
El camastro me incomoda, mas allá de que llevo
un buen tiempo alojado, no pienso en nada que pudiera representar algún
arrepentimiento de los actos de los cuales me acusaron y enjuiciaron (no voy a
perder el tiempo en nombrarlos pero créanme que de que agradecerán que no lo
haga) ¿quizás yo haya sido un inestable asesino serial con tendencias
necrófilas? o ¿talvez un protestante en contra de un injusto régimen
totalitario el cual me retuvo por motivar a las masas a ser conscientes de su
libre albedrío? Reitero que no importa.
Ya pasó media hora y escucho el paso de un par
de guardias aproximándose hacia mi celda, la apariencia de estos individuos no
tiene nada que resalte individualidad, al verlos cualquier persona los vería
como burdos estereotipos de policías: obesos, lame botas, corruptos y con una
expresión en el rostro entre lo divertido y sádico.
Yo en cambio los veo como mi vía de escape, me
ordenan salir hacia su presencia (cosa que hago sin negarme) salgo de mi
solitaria celda me esposan y me ordenan comenzar mi trayecto hacia mi
ejecución.
Mientras camino con ambos custodios a mis
espaldas vigilando mis pasos, transita por mi mente el recuerdo de mis
actividades ilícitas (solo en la perspectiva de esta sociedad) y como por un
pequeño error logran identificarme como el verdadero responsable de ellas por
las cuales tan solo un día después me envían a juicio, que fue muy comentado en los medios locales al punto de llegar a ser
un tema de estado, provocando un impacto que trascendería durante décadas en
las cuales no contaría con el lujo de mi existencia.
El juez una figura de autoridad que implicaba
respeto a toda la corte menos a mi persona quien me causaba un pequeño gesto
burlón que incomodaba a mi abogado asignado (el único que se percataba de esto)
todo un corredor de ambulancias, era
la única descripción que tengo de él (disculpen mi estructuración apresurada y
confusa pero tengo demasiadas cosas divagando ahora en mi mente).
Ni bien empezaba el juicio ya me estaba
percatando de cuatro puntos que me hacían prever los resultados:
El primero ya lo acabo de nombrar pero me
siento obligado a reiterarlo para cualquier despistado, por más que aborrezca
repetir lo que digo… Mi abogado era un imbécil.
El segundo era que el juez era el tipo de
persona que nace y se educa en el arte de volcar su opinión en donde le
beneficiaba (recibió un buen monto)
El tercero era una amalgama de evidencia
tanto corregida, como cierta en mi
contra
En cuanto a la tercera, voy a admitir que se
muy poco del sistema judicial y penitenciario principalmente en lo referido a
cómo esta compuesto un juicio, pero de lo poco que sé, era que un jurado tiene
que estar compuesto por personas ajenas a los hechos a tratar, para permitir la
neutralidad en el resultado del veredicto (pude reconocer dos o tres caras).
El resultado antes dicho era más que obvio a
estas alturas por lo tanto no necesito decirlo.
Ya estoy acercándome hacia la puerta de mi
santa espiración, cuando se me viene a la mente otro vago recuerdo, no me
oriento si sucedió antes o después de juicio. Estaba en una habitación junto
con un psicoterapeuta quien analizaba mi condición y reconoció públicamente que
era intratable e incapaz de convivir en sociedad (parte de lo que afirmaba me
parecía erróneo al punto de un soborno disimulado) pero tenía razón en aquello
de que sería capaz de seguir haciendo eso
tan malo a los ojos del estado, preferiría la muerte al enderezamiento y allí
estaba a veinte centímetros. de mi persona.
Mientras uno de los guardias saca de su
bolsillo trasero, la llave correspondiente, me percato de que no había ningún
cura dispuesto a salvar mi entidad
inmortal no me inmutaba por ello, hubiera rechazado su servicio de todos modos, pero no dejaba de ser curioso su ausencia
(seguro estaba adentro).
Ya abierta la puerta me doy cuenta de que me
equivoco.
Adentro estaba el alcaide de la prisión y dos
hombres y tres mujeres los cinco vestidos formalmente con una identificación
abrochada, con la autorización para permanecer en la prisión colgándoles del cuello,
seguro son periodistas (talvez con la necesidad de ampliar obituarios o
pelearse por quien consigue una primera plana decente).
El alcaide que ya estaba acostumbrado a mi
estadía me pide (no me fuerza como lo haría con otro patético recluso negándose
a aceptar su condición, llenos de falsas esperanzas de que un llamado convierta
lo antes dicho en una enfermiza pesadilla existencial) , entrar por la puerta
de mi derecha mientras vigilaba como progresaría mi espiración por una ventana
rectangular a la izquierda de ésta, con total obediencia estoica ingreso,
riéndome por dentro de este sistema del
cual no pudo cambiarme como quería y al fijarme me encuentro con lo mas
irracional que he visto.
Una esfera, no estoy hablando de una pelota o
uno de esos adornos navideños de los que se ven en todos lados con total
cotidianidad sino de un objeto suspendido en medio de la habitación metálica
sin ningún mecanismo o hilo que giraba sobre su eje cada vez más rápido.
Al observarlo sentía como razonaba en una
forma mas fluida para darme cuenta al instante, que no moriría, cosa que me
hizo reaccionar violentamente con los que me privaban de mi ejecución dándome
la vuelta al instante para golpear los cristales de la ventana pero no pude
dejarle ningún rasguño porque era de un amplio grosor, solo pude observarlos
como de a poco se ponían una protección ocular y como el alcalde oprimía un
mecanismo que hizo caer una persiana que producía un efecto reflectante sobre
el esferoide que era casi hipnótico y empezaba a producir un fuerte destello ,
me rendí enseguida y simplemente me senté a mirarlo.
Me
daba cuenta que no podría evitarlo ya que se reflejaba en toda la habitación,
tampoco servia cerrar los ojos, ya que, cuando lo hacía, su destello se volvía
mas potente hasta reflejarse en mis parpados y mucho menos podía suicidarme por
mi hipotético miedo al dolor y por que no tenía con que hacerlo, reitero
simplemente me quedé estático observándolo y sentía como fluía un mar de
conocimiento, en un instante ya comprendía la anatomía humana y como podía ser
alterada para adaptarse a otros medios, los fundamentos de la filosofía perenne
y el porqué no puede ser aceptada totalmente por la sociedad, las tres leyes de
la robótica de Isaac Asimov (inclusive aquella cuarta denominada ‘’ley cero’’)
y como puede mejorar el estilo de vida humano, la constante Boltzmann, las
certezas y errores de las religiones, y una infinita cantidad de conocimiento
que durante mi existencia he ignorado (inclusive toda la humanidad) en una
ínfima cantidad de tiempo.
Tras pasar tres minutos logro reconocer que
era ese esferoide y se me forma una débil sonrisa y murmuro entre dientes para
mi mismo -el punto donde se unen todos
los puntos- retrayéndome en una total confusión.
Ya transcurrido un par de minutos más, la
esfera se empieza a detener, y al detenerse del todo se abre la puerta y entran
los dos guardias hacia mi presencia, y en cuestión de segundos uno me sujeta
los brazos y otro me inyecta un sedante (el cual hace efecto al instante) y lo último
que miro es al alcaide felicitando a sus cinco invitados por algún trabajo bien echo.
Me despierto lentamente y tras un leve paso de
mi vista me cercioro de que estoy en una habitación acolchada y me percato de
la inmovilidad de mis brazos por lo tanto concluyo enseguida sin necesidad de
una prueba empírica de que estoy usando una camisa de fuerza (totalmente
acertado e innecesario).
Con un poco de esfuerzo,doy un impulso para
enderezarme y recostarme contra la pared a mi izquierda, me acomodo y veo al
vacío por un largo rato contando mis latidos para cronometrar mi estadía
mientras espero la comida.
Me siento demasiado aburrido. Pero no tengo
ese aburrimiento vulgar, sino uno definitivo… quiero dejar de existir, ellos me
acusaron de inhumano e irónicamente me convirtieron en ello al privarme de una
de las cualidades más importantes del ser.
Siempre sentí placer en el hecho de que mi
existencia me ofrecía misterios de los cuales, en vida nunca concluiría de
conocerlos por mas positivos o negativos que fueran pero ese Aleph borgesiano al cual estuve
presenciando en mi obligado encierro me privó totalmente de mi sentido de
existencia. Me contó toda la película
sin poder verla entera. Soy un total erudito, no, peor, un falso erudito creado
solo en instantes y capaz de comprender enseguida cada reacción química y
constitución material de mi entorno sin siquiera verlo o conocerlo.
Por más voluntad y seguridad que tuve, ellos
lograron de la forma más cruel posible que me arrepintiera de mis actos.
Pero lo más obsceno de todo es el hecho de que
ahora me asquea el deseo de morir que tenía y que por más que lo desee en estos
momentos preferiría esperar a mi muerte biológica o inclusive nunca espirar ya
que mi comprensión definitiva me mostró lo que realmente me depara la muerte…
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